jueves, 16 de febrero de 2012

La cruda realidad

Son las 8:31 de la mañana en mi ciudad. Me encuentro en la avenida X. En estos momentos ocupo la posición nº 30. Se sigue sumando gente a esta especie de gusano con piernas. Pronto seremos ciempiés. La puerta a la "esperanza" se abre a las 9 horas. A las 9:05 se habrán terminado todos los numeritos. Sí, como los del supermercado. Já, me hace gracia, en cierto sentido me encuentro en uno, aunque aquí les cuesta mucho más colocar el producto. Y el que no haya pillado tendrá que volver mañana. Así son las cosas.
Desde aquí puedo ver todo tipo de personas: emigrantes y nacionales, jóvenes y mayores, negros y blancos, hombres y mujeres... Así son las cosas.
A mi lado pasa gente en el otro sentido. La cara de un hombre me habla y me dice: ¡cómo está el país!, ¿qué coño hacen nuestros "gobernantes"?. Otro parece pensar: pobre gente, espero que esto cambie pronto, que la situación mejore. Las 8:35. Un varón de unos 20 años, con una carpeta bajo el brazo, con la convicción de ser distinto intacta y la clara falta de experiencia, propia de los más jóvenes que aún no les han visto todas las caras a la vida, dice con su rostro estirado y su mirada fija en el frente, formando una especie de mueca torcida: esto a mí no me pasará, aquí no estaré, yo soy mejor que todos estos. En cuanto termine la carrera... Seguro. Y no a cualquier precio. No estés tan seguro, le contesto yo con la mirada, sin que le haya escuchado salir nada de su boca. Las 8:50. Ya seremos casi trescientos pies, la fila da la vuelta a la manzana. Así son las cosas.
Atención, son las 9, el gusano se contrae, comienza la marcha. El baile de la conga, pienso yo para quitarle hierro al asunto. No está muy claro hacia dónde tengo que tirar, la cola se divide en dos: una para demandantes, otra para prestaciones. Caos. Se oye: ¡que te reviento! y una repetición más lenta y mucho más prominente, marcando bien cada sílaba: ¡QUE-TE-RE-VIEN-TO!. Alguien que se intentaba colar. Me parece a mí que no. Cojo el número: el 65. Dice una señora: ¡ay Dios mío (con mayúsculas porque ella es de las que parecen creyentes de verdad, de las que les gusta celebrar el día del Rosario y todo eso), el 55!. Empieza en el 40, le contesta la primera de la fila. 9:05: ya no hay más números. Llaman al primero y al segundo, es decir, los números 40 y 41. Espero. 9:15: número 42. No aguanto. Me voy a tomar un café. 9:47. Regreso. Acojonante: número 45. Voy a casa, hago la cama, pongo una lavadora. Termina. La tiendo. 11:00. Vuelvo, no vaya a ser que se me pase la vez. 11:10. Número 56. Toca esperar un poquito. 11:30. Esto parece que va más rápido. Gente que pierde el turno por no estar allí a la tan esperada llamada. Lo celebro. 11:45. "My turn". 

1 comentario:

  1. A ver si vienen tiempos mejores, xq vamos de culo y marcha atrás...

    ResponderEliminar