Santuario

Santuario es una novela de William Faulkner que fue publicada por vez primera en 1931. La escribió luego de El ruido y la furia y antes de Mientras agonizo, pese a que esta última fue editada un año antes. Su editor no le quiso publicar la primera versión; le hizo saber que si lo hacía irían ambos a la cárcel. Y es que esta obra ambientada en los años 20 en el sur de Estados Unidos toca temas tan horribles como el asesinato y la violación, el incesto y la prostitución, o el racismo y el contrabando. Faulkner revisó el libro y, tras ver que, efectivamente, era impresentable, decidió retocarlo y hacerlo más "light", suprimiendo y cambiando parte del contenido, para luego ser publicado.

Faulkner reconoce que era la primera vez que escribía por la necesidad de hacer dinero, y que para lograr el éxito trató de "inventar la más terrible historia que pude imaginar".

La prosa de este norteamericano es enrevesada, con multitud de oraciones complejas llenas de comas y puntos y coma. Claro ejemplo de lo que digo:

"Al día siguiente hizo que le instalaran el teléfono. No vio a su hermana durante una semana; y aunque no tenía manera de saber que se lo habían puesto, cuando, una semana antes de que empezara el juicio, inmerso en la lectura, resonó el teléfono en la paz vespertina, creyó que era Narcissa hasta que , entre las remotas estridencias musicales de un gramófono o de una radio, le habló una voz masculina con un tono mesurado, casi fúnebre."

"Dos horas más tarde, cuando hablaba con Miss Reba en su habitación, mientras, más allá de la puerta, pasos y, en ocasiones, voces iban y venían por el pasillo y por las escaleras, Minnie entró con un pedazo de papel y se lo dio a Horace."

La historia que se nos cuenta es narrada desde distintos puntos de vista, a velocidades diferentes, y con frecuentes saltos en el tiempo. Se trata de una novela para leer sentado; de poco sirve meterse en la cama con ella, teniendo sueño, si es que uno se quiere enterar de lo que sucede. Puedes leer párrafos enteros sin saber bien a qué o a quién se está refiriendo el autor. Debería leerse siempre con atención, sin duda alguna,  pero en este caso es primordial.
Algunos de los párrafos o frases que más me han gustado son los siguientes:

-Me falta valor, ¿comprende? -dijo el forastero-: el valor se quedó fuera cuando me hicieron. La maquinaria está toda aquí, pero no funciona.

Maldita sea, se puede decir lo que se quiera, pero el simple hecho de reflexionar sobre el mal, aunque sea por accidente, corrompe; no se puede traficar ni regatear con la corrupción...

No es que las personas mayores sean buenas, pero al menos compran whiskey como quien compra cualquier otra cosa; pero los muchachitos como ése son demasiado jóvenes para darse cuenta de que la gente no comete delitos sólo para divertirse.

El siguiente diálogo de dos frases se lo dedico a mis amigos/as abogados/as. Os pongo en antecedentes: Lee es un hombre que está en la cárcel por un delito que no comete, y por miedo a las represalias del autor del crimen decide no denunciarlo.

-Imagino que Lee sabe qué es lo más conveniente- dijo ella.

-Pero el abogado tendría que conocer todos los hechos, saberlo todo. Es él quien tiene que decidir qué debe decirse y qué debe callarse. Si no, ¿para qué tener un abogado? Es como pagarle a un dentista para que le arregle a uno los dientes y luego no dejarle que mire dentro de la boca, ¿no se da usted cuenta? No le haría eso a un dentista o a un médico.

En Santuario intuyes el horror de muchas escenas, pero éste no es tan explícito como la violencia contemporánea a la que, ya, tan acostumbrados estamos. Mucho más sutil, pero sin que eso sirva de impedimento para apreciar de modo claro y perturbador el horror de la especie humana.

Adaptada al cine en dos ocasiones:

• Réquiem por una mujer (Sanctuary) de 1961, sin demasiados elogios por la crítica
• Secuestro (The Story of Temple Drake) de 1933, título en español demasiado insustancial, fue una película que se vio sometida a muchos cortes consecuencia de la censura de Hollywood. 

Faulkner también realizó algún guión para el cine. Quizás a alguno le suene la película  Tener y no tener, de Howard Hawks, con actuaciones de Bogart y Bacall. Pues bien,  aunque la obra es de Hemingway, el guión de la cinta es de Faulkner y Jules Furthman.